El bótox es una toxina que tiene el poder de eliminar las arrugas. Fue descubierto por dos médicos, el matrimonio Carruthers, casi por casualidad en 1987. Desde entonces miles de personas han rejuvenecido el aspecto de su piel gracias al bótox.
En un inicio este matrimonio fue tomado por locos por la asociación estadounidense de medicina estética cuando presentaron su descubrimiento en 1991, cuatro años después de descubrir la toxina y sus beneficios. En ese momento no sospechaban que habían inventado el tratamiento dermoestético más famoso y usado en el mundo.
¿Son ricos? Es una pregunta que surge cuando se conoce este tipo de historias. La respuesta es no. ¿Por qué? Por un mal consejo.
La importancia de asesorarte correctamente
Los Carruthers fueron los primeros en describir científicamente los efectos alisadores y reductores de las arrugas que tiene esta toxina botulínica, pero nunca llegaron a patentar el tratamiento.
Un abogado experto en patentes de Toronto le dijo al matrimonio que no se podía llevar a cabo el registro de la patente del tratamiento cosmético con bótox. Por esta decisión perdieron la oportunidad de conseguir una fortuna y unos pingües beneficios. Ingresos que sí logró la empresa que registró la patente, Allergan. Esta empresa farmacéutica factura a día de hoy unos 1300 millones de dólares anuales.
Ante un descubrimiento científico o industrial, por muy pequeño que pensemos que sea, conviene llevar a cabo el registro de la patente. Para ello hay que estar bien asesorado y por ello en Silex IP contamos con un equipo multidisciplinar formado por científicos y abogados expertos en patentes. De esta forma podremos realizar un trabajo y asesoramiento perfecto para lograr los objetivos profesionales de cada cliente.